martes, 27 de febrero de 2024

las cosas leves que caen - Gabriel Pantoja

Porque se me dan, en principio, las regaladas ganas y porque he salido afuera, desde bien temprano, y porque han empezado las clases y junto a las clases han empezado la clase de cosas que vienen de esas clases y aunque sea todavía febrero y no se haya ido del calendario febrero, sé, ahora mismo, por esa clase de cosas empezadas a sentir, que sí, en efecto, ya es otoño, que empezó el otoño ayer, y fue que lo advertí por una clase, no sé, de sol digamos que dio ahí, en la tardecita, sobre mi frente y después, cuando lo dije o me pareció decirlo, como toda esa clase de cosas que suceden de lo que se dice, unas hojas, dos hojas o tres arremolinadas fueron a caer, y así es como empiezan las cosas, no con un calendario sino con el leve registro de una impresión, con el registro de las cosas leves que caen...

 Gabriel Pantoja

lunes, 8 de enero de 2024

infinitos corderos - Juan José Saer

Se quedan un momento inmóviles y en silencio, mirándose, hasta que Wenceslao sacude la cabeza en dirección al cordero y dice:
—Lo despenamos y en paz.

Más adelante será una res roja, vacía, colgando de un gancho, después se dorará despacio al fuego de las brasas, sobre la parrilla, al lado del horno, después será servido en pedazos sobre las fuentes de loza cachada, repartido, devorado, hasta que queden los huesos todavía jugosos, llenos de filamentos a medio masticar que los perros recogerán al vuelo con un tarascón rápido y seguro y enterrarán en algún lugar del campo al que regresarán en los momentos de hambruna y comenzarán a roer tranquilos y empecinados sosteniéndolos con las patas delanteras e inclinando de costado la cabeza para morder mejor, dando tirones cortos y enérgicos, hasta dejarlos hechos unas láminas o unos cilindros duros y resecos que los niños dispersarán, pateándolos o recogiéndolos para tirárselos entre ellos en los mediodías calcinados en que atravesarán el campo para comprar soda y vino en el almacén de Berini, objetos ya irreconocibles que quedarán semienterrados y ocultos por los yuyos en diferentes puntos del campo durante un tiempo incalculable, indefinido, en el que arados, lluvias, excavaciones, cataclismos, la palpitación de la tierra que se mueve continua bajo la apariencia del reposo, los pasearán del interior a la superficie, de la superficie al interior, cada vez más despedazados, más irreconocibles, hechos fragmentos, pulverizados, flotando impalpables en el aire o petrificados en la tierra, sustancia de todos los reinos tragada incesantemente por la tierra o incesantemente vuelta a vomitar, viajando por todos los reinos —vegetal, animal, mineral— y cristalizando en muchas formas diferentes y posibles, incluso en la de otros corderos, incluso en la de infinitos corderos, menos en la de ese cordero hacia el que ahora se dirige Wenceslao llevando el cuchillo y la palangana.

 

Juan José Saer

 El limonero real

atrás de algo vivo para prenderme y engordar - Juan José Saer