miércoles, 25 de enero de 2012

cuando se cae la máscara

http://tiempo.infonews.com/notas/discepolo-y-poesia-del-fracaso


extractos de una nota al director Guillermo Cacace, a propósito de su trabajo con los textos de Discépolo



-¿Por qué tu interés por Discépolo?

"Armando Discépolo es ese tipo de autores que al leerlos nos envían inmediatamente hacia un acontecimiento cuya concreción pide cuerpo para que pueda suceder en el tiempo y el espacio. Lo mismo me sucede con Beckett o con Chejov. Teatro puro. La diferencia es que cuando se trata de Discépolo, siento que “eso que pasa” establece una conexión muy fuerte con un territorio específico: lo argentino. Y con esto, no digo que lo explica, digo que sus textos condensan tanto sentido en relación a nuestra realidad que ponerlo en escena siempre es una vía poética para seguir comprendiéndonos."

–¿Qué te interesó y cuáles fueron tus lectura de Stéfano, Babilonia y Mateo, los tres textos de Discépolo con los que trabajaste como director?
"A partir de Mateo, que fue mi último Discépolo, empiezo a trabajar más radicalmente con algo que llamé “la figura del desesperado”. Cuando examino retrospectivamente Stéfano y mi versión libre de Babilonia, siento que un gran interés por esta condición ya estaba presente en esas puestas. El desesperado es el sujeto que, alienado en su máscara, se encuentra cercenado de crear alternativas a su situación, es reducido a una posición casi animal. Se aferra a su máscara-artificio para salvarse de su derrota final, pero la máscara se resquebraja, cae y, vapuleada su identidad, es arrojado a un destino trágico. Es por eso que mis grotescos conservan algo del humor que otorga al género esa ambigüedad tan exquisita, y al mismo tiempo están sumergidos en una oscuridad que no puedo evitar. Que no puedo evitar si sé que tracción a sangre no sólo tira el caballo del coche en la ficción de 1923, tracción a sangre humana funciona toda una siniestra maquinaria que sigue generando exclusión y desigualdad. Tracción a sangre vemos todos los días a los cartoneros arrastrar sus carros en una ciudad donde la mayoría de los porteños legitima en las urnas a algunos de los artífices visibles de estos mecanismos. En lo grotesco, como en lo siniestro, lo cotidiano se revela monstruoso (...)"


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