domingo, 22 de abril de 2012

he visto morir

Arlt, el Octavo Loco

Aguafuerte porteña de Roberto Arlt, quien fue uno de los periodistas presentes en el penal de Las Heras (actual parque Las Heras, futuro estacionamiento Las Heras si los porteños vuelven a votar a Macri) durante el fusilamiento del anarquista Severino di Giovanni (capturado por el régimen de Uriburu). Cubrió el hecho para el diario Crítica.

Fuente:

También ver el libro de Osvaldo Bayer: Severino di Giovanni:el idealista de la violencia

Severino di Giovanni
He visto Morir...
Roberto Arlt.
Aguafuertes porteñas.

Las 5 menos 3 minutos. Rostros afanasos tras de las rejas. Cinco menos 2. Rechina el cerrojo y la puerta de hierro se abre. Hombres que se precipitan como si corrieran a tomar el tranvía. Sombras que dan grandes saltos por los corredores iluminados. Ruidos de culatas. Más sombras que galopan.
Todos vamos en busca de Severino Di Giovanni para verlo morir.









La letanía

Espacio de cielo azul. Adoquinado rústico. Prado verde. Una como silla de comedor en medio del prado. Tropa. Máuseres. Lámparas cuya luz castigan la obscuridad. Un rectángulo. Parece un ring. El ring de la muerte. Un oficial.
<<...de acuerdo a las disposiciones... por violación del bando... ley número...>>
El oficial bajo la pantalla enlozada. Frente a él, una cabeza. Un rostro que parece embadurnado en aceite rojo. Unos ojos terribles y fijos, barnizados de fiebre. Negro círculo de cabezas.
Es Severino Di Giovanni. Mandíbula prominente. Frente huída hacia las sienes como la de las panteras. Labios finos y extraordinariamente rojos. Frente roja. Mejillas rojas. Ojos renegridos por el efecto de luz. Grueso cuello desnudo. Pecho ribeteado por las solapas azules de la blusa. Los labios parecen llagas pulimentadas. Se entreabren lentamente y la lengua, más roja que un pimiento, lame los labios, los humedece. Ese cuerpo arde en temperatura. Paladea la muerte.
<<...artículo número...ley de estado de sitio... superior tribunal... visto... pásese al superior tribunal... de guerra, tropa y suboficiales...>>
Di Giovanni mira el rostro del oficial. Proyecta sobre ese rostro la fuerza tremenda de su mirada y de la voluntad que lo mantiene sereno.
<<...estamos probando... apercíbase al teniente... Rizzo Patrón, vocales... tenientes coroneles... bando... dése copia... fija número...>>
Di giovanni se humedece los labios con la lengua. Escucha con atención, parece que analizara las cláusulas de un contrato cuyas estipulaciones son importantísimas. Mueve la cabeza con asentimiento, frente a la propiedad de los términos con que está redactada la sentencia.
<<...Dése vista al ministro de Guerra... sea fusilado... firmado, secretario...>>

Habla el Reo

-Quisiera pedirle perdón al teniente defensor...
Una voz: -No puede hablar. Llévenlo.
El condenado camina como un pato. Los pies aherrojados con una barra de hierro a las esposas que amarran las manos. Atraviesa la franja de adoquinado rústico. Algunos espectadores se ríen. ¿Zoncera? ¿Nerviosidad? ¡Quien sabe!.
El reo se sienta reposadamente en el banquillo. Apoya la espalda y saca pecho. Mira arriba. Luego se inclina y parece, con las manos abandonadas entre las rodillas abiertas, un hombre que cuida el fuego mientras se calienta agua para tomar el mate.
Permanece así cuatro segundos. Un suboficial le cruza una soga al pecho, para que cuando los proyectiles lo maten no ruede por tierra. Di Giovanni gira la cabeza de derecha a izquierda y se deja amarrar.
Ha formado el blanco pelotón de fusilero. El suboficial quiere vendar al condenado. Éste grita:
-Venda no.

Mira tiesamente a los ejecutores. Emana voluntad. Si sufre o no, es un secreto. Pero permanece así, tieso, orgulloso.
Surge una dificultad. El temor al rebote de las balas hace que se ordene a la tropa, perpendicular al pelotón fusilero, retirarse unos pasos.
Di Giovanni permanece recto, apoyada la espalda en el respaldar. Sobre su cabeza, en una franja de muralla gris, se mueven piernas de soldados. Saca pecho. ¿Será para recibir las balas?
-Pelotón, firme. Apunten.
La voz del reo estalla metálica, vibrante:
-¡Viva la anarquía!
-¡Fuego!

Resplandor subitáneo. Un cuerpo recio se ha convertido en una doblada lámina de papel. Las balas rompen la soga. El cuerpo cae de cabeza y queda en el pasto verde con las manos tocando las rodillas.
Fogonazo del tiro de gracia.

Muerto

Las balas han escrito la última palabra en el cuerpo del reo. El rostro permanece sereno. Pálido. Los ojos entreabiertos. Un herrero a los pies del cadáver. Quita los remaches del grillete y de la barra de hierro. Un médico lo observa. Certifica que el condenado ha muerto. Un señor, que ha venido de frac y zapatos de baile, se retira con la galera en la coronilla. Parece que saliera del cabaret. Otro dice una mala palabra.
Veo cuatro muchachos pálidos como muertos y desfigurados que se muerden los labios; son: Gauna, de La Razón, Álvarez de Última hora, Enrique Gonzales Tuñón, de Crítica y Gómez, de El Mundo. Yo estoy como borracho. Pienso en los que se reían. Pienso que a la entrada de la penitenciaría debería ponerse un cartel que rezara:
-Está prohibido reírse.
-Está prohibido concurrir con zapatos de baile.


Sobre Severino:
Severino di Giovanni (1901-1931), militante anarquista italiano, radicado en Argentina, conocido por su accionar violento, apodado "el Robin Hood moderno".
Nació el 17 de marzo de 1901 en la región de los Abruzzos, Italia, a 180 kilómetros del este de Roma. Durante su infancia se vio fuertemente impactado por las imágenes de posguerra (Primera Guerra Mundial): hambre, pobreza y soldados mendigando en las calles. Severino empezó a rebelarse desde pequeño a cualquier tipo de autoridad. Autodidacta, en Italia ejerció de maestro sin título y tipógrafo.
Llega a Buenos Aires en la última gran oleada de inmigrantes italianos, en su mayoría gente muy pobre y analfabeta. A ellos dirigiría Severino la mayor parte de su propaganda política y escritos, principalmente a través su diario más célebre, 'Culmine', que escribía durante las noches ya que trabajaba como tipógrafo y obrero durante el día.
Gran parte de su estadía en Argentina la pasó prófugo, debiendo mudarse continuamente de un lugar a otro del país con su familia para evitar ser apresado.


Acción y bombas:
Di Giovanni no se quedó en la teoría y los panfletos y no fueron sus escritos los que lo volvieron famoso sino su accionar violento. Él creía que era necesaria la 'revolución violenta', como se puede comprobar en este extracto del último mensaje que escribió en su celda pocas horas antes de ser asesinado:

[...]No busqué afirmación social, ni una vida acomodada, ni tampoco una vida tranquila. Para mí elegi la lucha. Vivir en monotonía las horas mohosas de lo adocenado, de los resignados, de los acomodados, de las conveniencias, no es vivir , es solamente vegetar y transportar en forma ambulante una masa de carne y de huesos. A la vida es necesario brindarle la elevación exquisita del brazo y de la mente. Enfrenté a la sociedad con sus mismas armas, sin inclinar la cabeza, por eso me consideran, y soy, un hombre peligroso.
Dentro de los atentados asociados a él, se encuentran: la voladura de la embajada de EE.UU. en Argentina (como consecuencia del asesinato de Sacco y Vanzetti), la voladura del "City Bank" en el centro porteño, y la voladura del consulado italiano en Buenos Aires (donde se hallaban reunidos los mejores hombres de Mussolini en Argentina) donde murieron siete fascistas, lo que provocó gran parte de la antipatía del resto de los grupos anarquistas y su condena en los periódicos. También participó en robos e hirió severamente a un policía desfigurándolo de un tiro en la cara. El mayor robo del que participó fue a un camión pagador por 286.000 pesos, lo que le permitió realizar su sueño de abrir su propia imprenta.


Captura y muerte:
En su último panfleto Di Giovanni escribió:

``Sepan Uriburu y su horda fusiladora que nuestras balas buscarán sus cuerpos. Sepa el comercio, la industria, la banca, los terratenientes y hacendados que sus vidas y posesiones serán quemadas y destruidas´´.

Esa fue la gota que colmó el vaso. A las pocas horas de su detención se dictaminó su sentencia y fue fusilado el día siguiente, el primero de febrero de 1931.
Pocas horas antes de ser fusilado pide un café dulce desde su celda. Lo rechaza al probar el primer sorbo: "Pedí con mucha azúcar... No importa, será la próxima vez" dice con humor ácido. Muere fusilado al grito de "¡Evviva l'Anarchia!" (Viva la Anarquía!).
Severino reposa actualmente en el Cementerio de la Chacarita.

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